Los Trastornos Funcionales en Pandemia

Dolor abdominal recurrente, cefaleas, dolor en miembros inferiores, en la zona de tórax o en la espalda son algunas de las manifestaciones que sin tener un origen orgánico, revelan algunos niños y adolescentes en este contexto de pandemia; por este motivo, profesionales de la SAP y del Hospital J.P. Garrahan opinan sobre el tema.

La Sociedad Argentina de Pediatría -SAP- elaboró un informe que revela que  durante el aislamiento social por la pandemia muchos niños, niñas y adolescentes incrementaron notoriamente la aparición de estos trastornos funcionales. Según la institución, aspectos tales como: un futuro incierto, el distanciamiento, miedos y angustia temores a la enfermedad, cambios en la rutina cotidiana, situaciones de duelos familiares o pérdidas de trabajo, el no poder encontrarse con familiares, amigos o no tener contacto físico, son situaciones que han contribuido a agudizar y aumentar las consultas por  diversos trastornos funcionales en los centros de salud. 

Por ejemplo, las situaciones crónicas o de estrés son respuestas del organismo, detalló el Dr. Juan Pablo Mouesca, médico pediatra, psiquiatra infanto-juvenil, miembro de la Sociedad Argentina de Pediatría -SAP-  quien expresó que “cuando las situaciones de estrés no pueden ser verbalizadas suelen expresarse con síntomas como dolor, sin una lesión orgánica demostrable. A esto se le denomina ‘síntomas funcionales’;  cuando estos  son intensos y afectan la actividad diaria como: comer, dormir, jugar o aprender se convierten en trastornos y suelen motivar la consulta médica;” agregó el especialista.

“En los niños, niñas y adolescentes se observan las llamadas quejas somáticas o síntomas funcionales que es la forma en que el cuerpo expresa lo que se siente. Los chicos tienen inmadurez de su aparato psíquico, están en etapa de continuo desarrollo y viven cotidianamente exigencias, retos y necesidades. Ante situaciones de estrés utilizan sus recursos para afrontarlas, siempre apoyados en el sostén de sus figuras de apego y es importante la contención de los padres y pediatras y ofrecer apoyo para resolverlas”, indicó la Dra. Ángela Nakab, médica especialista en Pediatría y Adolescencia, miembro de la SAP.

Al respecto,la Guía “Impacto emocional en pandemia”,Guía de recursos para la contención emocional de chicas y chicos de 6 a 12 años, elaborada por la Secretaría de Niñez Adolescencia y Familia del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, afirma que tanto el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio -ASPO- como el Distanciamiento Social Preventivo y Obligatorio -DISPO-, constituyen una situación profundamente compleja, que afecta nuestra salud, nuestro trabajo, nuestros vínculos, nuestras rutinas y cuidados y tienen un fuerte impacto en los estados emocionales de niños, niñas, adolescentes y personas adultas.

Según el Dr. Eduardo Silvestre, médico pediatra, Jefe del Area de Atención Espontánea Hospital Garrahan “cualquier situación de estrés personal o colectivo impacta en la salud y, a partir de esto, los primeros síntomas que se manifiestan son los síntomas disfuncionales”, sostuvo el Dr. Silvestre. En este sentido, “cualquier situación que sentimos que amenaza  nuestra integridad y que persiste a lo largo del tiempo rompe el equilibrio fisiológico, libera el sistema de estrés,lo mantiene permanentemente “encendido” y limita su capacidad de “apagado”;  esta respuesta exagerada del Sistema General de Adaptación es mediada por el Sistema Nervioso Autónomo y es la responsable de muchos de los síntomas que las personas presentan: ansiedad, irritabilidad, nerviosismo, angustia, ánimo depresivo, trastornos del sueño, trastornos gastrointestinales, cefaleas, mareos desmayos, entre otros. Este estado de “ruptura del equilibrio fisiológico”,responsable de los síntomas, podrá revertirse de dos maneras:  si se resuelve la situación de amenaza o, si se desarrollan mecanismos protectores. El primer punto implica que la pandemia desaparezca (poco probable en el aquí y ahora)  y, el  segundo punto  sería desarrollar mecanismos de protección:  la capacidad que tienen las personas de desarrollar estrategias de afrontamiento apropiadas ante situaciones de amenaza. Todo esto implica aceptar que “lo que está, está” pero que resulta necesario modificar conductas, pensamientos y emociones para construir un nuevo equilibrio. Si este plan estratégico tiene éxito será posible, aún, salir fortalecidos frente a la adversidad  y generar resiliencia,” acotó el Dr. Silvestre.

Por su parte, la Dra. Marta Chorny, médica pediatra, miembro del comité de medicina ambulatoria de la SAP manifestó que “la incertidumbre, los problemas económicos, el desempleo, la enfermedad por Covid-19, el duelo por fallecidos, la falta de contacto físico con familiares y amigos y el trabajo dentro de la casa son factores que afectan a todo el grupo familiar”.

Mientras que el Dr. Pablo Barvosa, médico pediatra, Jefe de Clínica del Servicio de Mediano Riesgo de Hospital J.P.Garrahan explicó que “cuando a fines de 2019 en la ciudad de Wuhan, en la provincia china de Hubei se inició la pandemia de SARS CoV 2, ninguno de los sanitaristas imaginaba esta situación que, posteriormente, atravesó el mundo en los últimos veinte meses” relató el especialista. Al impacto doloroso de la pérdida de vidas humanas, “se agregó el cierre de muchísimas fuentes de trabajo que sumió a muchas poblaciones del mundo en vías de desarrollo especialmente, con el subsecuente aumento de la violencia,inseguridad,problemas en las familias con aumento de las separaciones y divorcios e incluso femicidios; en este contexto: “los niños y adolescentes no fueron ajenos a esta situación de sus familias y lo sufrieron y expresaron de diversas formas. Primeramente, la falta de concurrencia a los colegios los desordenó en su vida diaria aumentando sus horas de pantalla, desórdenes en los horarios con finalización de las actividades a la madrugada y despertares después del mediodía,desórdenes alimentarios por esta falta de organización familiar,incremento de obesidad,disminución de la actividad física,imposibilidad de la continuidad escolar virtual por falta de conectividad o por el desorden organizacional detallado. A su vez, la ausencia de escolaridad hizo a los niños más proclives a ser víctimas de abuso o violencia intrafamiliar”,indicó el especialista.

La violencia y aumento de inseguridad en general “fueron factores que condicionaron también, trastornos en el sueño y de conducta, ansiedad, agresividad velada o manifiesta,berrinches, oposicionismo desafiante…, todo esto,  incrementó la consulta a profesionales de la salud y a los de las áreas de psicología o psiquiatría”,explicó el Dr. Barvosa quien agregó que  “además, se vieron muchos chicos con tics, síndromes de amplificación dolorosa,somatizaciones, insomnio,depresión,síndrome de fatiga crónica y, muchos pacientes con capacidades diferentes manifestaron retrocesos y empeoramientos de su evolución debido a la interrupción de sus terapias de apoyo”, explicó el especialista. 

Lamentablemente, las consecuencias de esta pandemia “ nos van a obligar a abordar los problemas de la salud mental de“nuestros pacientitos”  y su entorno,durante mucho tiempo pues éstos son de mayor magnitud que los causados por el propio SARS CoV 2”, concluyó el Dr. Barvosa.

Además, “paralelamente, los cuidadores presentan menos capacidad de contención para los niños, y estos tienen menos lugares donde ser contenidos: las escuelas, los centros de primera infancia, clubes y lugares religiosos no se encuentran disponibles para el encuentro o lo hacen de manera reducida”, agregó el Dr. Mouesca.

Pero, por otra parte, la propia pandemia limita los recursos para la atención de estos cuadros: los centros de atención de la salud y los hospitales se acondicionaron y ponen el foco en la atención de los contagios por Covid-19 en detrimento de la atención general; los centros de atención de salud mental no atienden en forma presencial o lo hacen de manera espaciada y, a la vez, son pocos los lugares de atención psicológica. Incluso, los programas de intervención en terreno (los que concurren a los domicilios) y los organismos de protección de los derechos de los niños, niñas y adolescentes -NNyA- como las defensorías zonales o los servicios locales de protección de derechos, en contados casos mantienen una atención presencial. En conclusión: hay más factores estresantes, pero menos lugares donde esa demanda pueda ser escuchada y atendida adecuadamente.

Por su parte, la Dra. Rut Vanesa Mariñas, médica pediatra del Comité de Estudio Permanente del Adolescente -CEPA- de la SAP,señaló que “es necesario que estas afecciones sean tratadas, los adolescentes que padecen dolores inespecíficos crónicos como cefaleas frecuentes, dolores en todo el cuerpo, gastrointestinales, en las articulaciones, entre otros, asociados o no a algún trastorno psicológico como: depresión, ansiedad, angustia, hipocondría deben consultar al médico de adolescentes y ser abordados por un equipo interdisciplinario, el que tomará en cuenta la salud integral del paciente en sus aspectos biológicos, psicológicos y sociales; sólo así se puede dar respuesta a este tipo de patologías”, aclaró la especialista.

“Los trastornos funcionales en la infancia y adolescencia se manifiestan como una queja presentada por los pacientes para la que no se encuentra explicación orgánica y donde no hay un daño físico evidente. La presentación varía con las edades, en la primera infancia es más frecuente el dolor abdominal recurrente, algo más tarde la cefalea y en la adolescencia se agregan el insomnio y la fatiga. Son todos síntomas que vemos con mucha frecuencia en la práctica clínica diaria”, señaló la Dra. Raquel Sanguinetti, pediatra del Comité de Medicina Ambulatoria de la SAP. Asimismo, “para realizar un diagnóstico de trastorno funcional se requiere de una adecuada evaluación de la historia clínica ampliada del niño, un buen examen físico, recabar datos semiológicos y búsqueda de signos de alarma. Esto orientará al pediatra en el diagnóstico de una enfermedad orgánica o un trastorno funcional o de ambas condiciones”, expresó.

Como conclusión el Dr. Silvestre agregó que “en mi experiencia profesional he visto niños y adolescentes que presentaron muchos síntomas en los meses iniciales de la pandemia y con el correr del tiempo, con el fortalecimiento de los lazos vinculares por la mayor presencia familiar, con  información adecuada, con posibilidad de comunicaciones remotas con pares y parientes y algunas veces con ayuda médica on line, han disminuido ostensiblemente la carga sintomática. Por supuesto que aquellos que no pudieron acceder a estos “beneficios” les ha sido todo mucho más dificultoso. Es por ese motivo que, en lo personal, no me gusta hablar de “secuelas” porque ese término implica irreductibilidad -no vuelta atrás- y eso, en definitiva, solo lo podrá decir el tiempo. En el mientras tanto debemos trabajar intensamente, tanto familiares, educadores y personal de salud, para ayudar a construir y fortalecer este nuevo equilibrio. 

Desde la Sociedad Argentina de Pediatría recomiendan a los padres y allegados, fundamentalmente, acompañar y sostener al niño, además de la visita al pediatra de confianza: dar lugar a la escucha, hablar sobre las emociones, limitar el uso de pantallas, promover el juego, las actividades físicas deportivas y recreativas. Estimular los espacios de diálogo y el tiempo compartido con el grupo familiar. Reforzar la autoestima, tener cuidado con las críticas de desvalorización y con las conductas rígidas en la crianza y evitar la sobreprotección que lleva a la dependencia, promoviendo, la autonomía progresiva del niño, niña o adolescente.

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