Trastornos digestivos funcionales en bebés

Según la Sociedad Argentina de Pediatría -SAP-, durante el primer año de vida, los lactantes sanos, suelen presentar varios síntomas funcionales gastrointestinales, como cólicos, regurgitaciones y constipación. El llanto, tan habitual en esta etapa de la vida, puede interpretarse como dolor o malestar de origen digestivo, y la preocupación por esto genera conductas inapropiadas por parte de los  cuidadores del niño o niña, como por ejemplo: sobrealimentación, interrupción de la lactancia, múltiples cambios de fórmulas, innumerables consultas y medicaciones innecesarias.

Se estima que más del 50% de los lactantes presentan más de uno de estos trastornos digestivos funcionales. Son condiciones que producen llanto desconsolado del bebé, ansiedad en las familias, mala calidad de vida, reducción de la duración de la lactancia materna completa o numerosos cambios de leches de fórmula. Desde hace varios años, el paradigma de los primeros mil días en la vida de un niño o niña se ha instalado fuertemente para resaltar la importancia de ese período – que comprende los 270 días de la gestación y los 365 días del primer y segundo año de vida del bebé- como etapa clave para su desarrollo futuro. Durante este período, una adecuada nutrición constituye uno de los pilares fundamentales para fortalecer el potencial humano del niño o niña.

Llanto y cólicos del lactante 

El llanto precede al habla y es la manera en que el recién nacido puede expresar su malestar o su deseo de contacto humano. El lactante responde a la mayoría de sus necesidades con el llanto, respuesta regida por un dominio subcortical del Sistema Nervioso Central -SNC-. En los dos primeros meses de edad, el llanto se produce como resultado del inadecuado control del SNC en respuesta a estímulos sensoriales, como variaciones de un proceso normal de maduración y desarrollo del SNC. No obstante, el llanto es más frecuente en la última parte del día – tarde|noche-. 

Algunos lactantes presentan llanto inconsolable (ataques imposibles de calmar) entre las 3 semanas y los 5 meses de edad. Éste es el disparador más importante de estrés en los padres, quienes sienten frustración, impotencia, culpabilidad por no poder detenerlo.

Estos síntomas gastrointestinales se denominan ‘trastornos digestivos funcionales’ (TDFs) y desde el nacimiento hasta los seis meses de edad aproximadamente, 1 de cada 2 bebés desarrolla al menos un trastorno funcional o signos y síntomas relacionados, lo que representa una afectación importante en un número muy significativo de familias..

Si bien son condiciones cuyo origen no es una enfermedad orgánica definida, son desórdenes que afectan la salud y la calidad de vida del bebé, provocan ansiedad en las familias, mala calidad de vida, reducción de la duración de la lactancia materna completa, y numerosos cambios de leches de fórmula, entre otros aspectos, acentuándose en aquellos lactantes con más de uno de estos síntomas. Los síntomas gastrointestinales en recién nacidos y en niños y niñas menores de 4 años, son una de las principales causas de consulta al pediatra, presentando un trastorno funcional o signos y síntomas relacionados, tales como: cólicos, regurgitación, constipación, diarrea y disquecia, definida esta última como un trastorno de la defecación que consiste en una evacuación dificultosa y que suele condicionar estreñimiento crónico. 

¿Cuáles son los trastornos funcionales más comunes?

Los síntomas de los trastornos funcionales pueden resultar muy angustiantes para el bebé y sus familias; de hecho, el llanto inconsolable es una causa de consultas frecuentes en las guardias, en muchos casos a la mitad de la noche, generando mucho estrés en la familia. En este sentido, los más frecuentes son:

Regurgitación: consiste en el regreso del alimento del estómago sin esfuerzo, cosa que no sucede con los vómitos o el reflujo, que sí requieren de un acto físico impulsivo; lo padecen  el 30% de los niños menores de un año.

Cólicos: son dolores fuertes agudos, intermitentes y espasmódicos en el vientre del lactante; afectan a 1 de cada 5 bebés y generan un llanto desconsolado. Particularmente, el denominado ´cólico del lactante’ comienza y termina sin causa aparente, con una duración de 3 horas, 3 días por semana, durante 3 semanas o durante 3 horas por día durante una semana, por lo que fue definido como la ‘Regla de 3 de Wessel’, en homenaje al médico que la describió.

– Constipación o estreñimiento: afecta al 20% de los lactantes, son evacuaciones restringidas del niño con gran malestar general. 

¿Cuál es el origen de los trastornos digestivos en lactantes?

Se atribuyen en gran medida a la inmadurez digestiva propia de los primeros meses de vida, donde también juega un rol importante la microbiota intestinal -el conjunto de microorganismos que habitan nuestro intestino-. El equilibrio entre los microorganismos saludables y los que potencialmente podrían enfermar es clave para la salud intestinal y general.

La colonización bacteriana se inicia desde la vida intrauterina y se extiende los primeros dos años de vida. Durante el embarazo, la microbiota del bebé es influenciada por la salud y nutrición materna, mientras que al nacer, el tipo de parto también juega un rol importante, siendo el parto natural el ideal, ya que el bebé al transitar por el canal vaginal adquiere las bacterias benéficas de la madre. También son importantes el contacto piel a piel inmediato, la lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses, y mantenerla por 2 años o más. Todos estos son determinantes de una microbiota saludable que impactará en la salud del recién nacido a lo largo de su vida.

Entre las recomendaciones para el tratamiento de los trastornos digestivos funcionales, se encuentran:

a) Mantener siempre la lactancia materna y dar tiempo en la consulta para sostener a las familias en estas situaciones clínicas.

b) Que el tratamiento farmacológico NO sea la primera opción en niños y niñas con TDFs.

c) Para aquellos que reciben leches de fórmula, optar por aquellas especialmente diseñadas para el tratamiento de estos trastornos digestivos, las que cuentan con cobertura por ser consideradas fórmulas medicamentosas (Ley N° 27.305).

Dicha norma, también llamada ‘ley de leches medicamentosas’, fue promulgada en 2016 y establece que todas las obras sociales y prepagas y -en el caso de que la familia no cuente con seguridad social-, el Estado debe cubrir al 100% el consumo de leches medicamentosas para todos los niños y niñas  que padecen alergia a la proteína de la leche vacuna (APLV), así como también, de aquellos que padecen desórdenes, enfermedades o trastornos gastrointestinales, y enfermedades metabólicas. Aunque la mejor opción siempre va a ser la lactancia materna, para aquellos infantes que reciben fórmulas, existen aquellas especialmente diseñadas para su tratamiento, las cuales contribuyen a reducir la frecuencia de las regurgitaciones, a disminuir la intensidad de los cólicos o a ablandar las heces si el problema es la constipación. 

Cuadernillo del Hospital Garrahan: Meningocele

 Este cuadernillo ha sido confeccionado por miembros del equipo de salud con el fin de     colaborar en la atención y cuidado de su niño/a con mielomeningocele (MMC). 

En Argentina se presenta en alrededor de 1 niño cada 1.500 recién nacidos. Para aquellas parejas que ya tienen un niño con MMC el riesgo de tener otro niño con MMC es mayor y alcanza un 2 a 5% para futuros embarazos. El riesgo se incrementa también para otros miembros de la familia (hermanos, primos, etc.), aunque en menor medida. Este riesgo puede ser reducido en forma muy sustancial si la mamá recibe ácido fólico desde 3 meses antes de quedar embarazada y durante todo el primer trimestre del embarazo. Por ello, es necesario consultar con el médico ginecólogo para conocer los métodos anticonceptivos efectivos, cómo se debe tomar el ácido fólico y programar el embarazo. En el paciente con MMC se afecta en primer lugar el sistema nervioso, y a partir de éste, en forma secundaria la marcha, el aparato urinario y el digestivo. Actualmente, el continuo avance de la atención médica ha permitido prevenir y/o tratar estas complicaciones mejorando su calidad y expectativa de vida. El Mielomeningocele (MMC) se origina en un defecto en el cierre del tubo neural. Al fallar el cierre de los huesos de la columna (vértebras) quedan desprotegidas la médula y las raíces nerviosas alterando así  su función, la cual es llevar las órdenes (impulsos nerviosos) del cerebro al resto del cuerpo. La malformación ocurre tempranamente en la vida intrauterina (alrededor de los 23 a 28 días de edad del embrión), cuando la mamá aún no sabe que está embarazada, y puede ocurrir a distintos niveles de la columna: Cervical, Torácico, Lumbar o Sacro. El MMC es un defecto multifactorial (o sea que la causa no es única sino que estarán implicados múltiples factores), participando un factor genético predisponente, asociado a la falta de una vitamina llamada ácido fólico.

Sistema Nervioso Central

Según el Cuadernillos para Padres editado por profesionales del Hospital Garrahan, al nacer el bebé con Mielomeningocele (MMC) , el neurocirujano procederá al cierre del defecto en las primeras horas o días de vida. Así se prevendrán complicaciones como infecciones o el empeoramiento de la lesión neurológica. 

Fuentes:

Sociedad Argentina de Pediatría

Cuadernillo para Padres del Hospital Garrahan