La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha demostrado una reducción estadísticamente significativa de las infecciones y de la mortalidad luego de la vacunación masiva de la población. Las vacunas previenen infecciones y son consideradas, después del agua potable, como la herramienta más importante para reducir la posibilidad de enfermar de los humanos.
«Las vacunas salvan vidas y ese es el más importante de los conceptos».
Sin embargo, han surgido movimientos que han generado desconfianza y rechazo ante las vacunas. Estos grupos son conocidos como “los anti- vacunas”, se oponen a la vacunación por diferentes motivos y trasmiten ideas erróneas a la población, favoreciendo con su discurso la no inmunización y la reaparición de algunas enfermedades que habían sido eliminadas en el pasado.
Estos grupos dicen, entre otras cosas, que las vacunas ocasionan efectos adversos graves. Sin embargo, este argumento puede perfectamente refutarse con gran evidencia científica, ya que los efectos adversos más comunes de las vacunas son leves a moderados y no tienen punto de comparación con las complicaciones que producen las enfermedades que las vacunas previenen.
También argumentan que la vacuna triple viral puede producir autismo. Sin embargo, nunca se demostró que esto fuera cierto y sí se demostró que fue idea de un inescrupuloso investigador que falsificó su estudio, dando conclusiones mentirosas que condujeron a que fuera removido de y repudiado por todas las sociedades científicas.
Otra falsa teoría es que, a pesar de la vacunación, la mayoría de los pacientes contraen la enfermedad que la vacuna previene. Sin embargo, muchas de las enfermedades post-vacuna que se creen relacionadas con ellas son fenómenos coincidentes y no causados por la inmunización. Por otro lado, aún si contrajera la enfermedad, la severidad y las complicaciones de la misma serán mucho menores en el paciente inmunizado que en el que no lo está.
«Adjudican a las vacunas el incremento de enfermedades autoinmunes o alergias. Sin embargo, la evidencia científica no avala este concepto a través de de muchos estudios».
Los anti-vacunas han adjudicado, infundadamente, una extrema peligrosidad a ciertos componentes de las vacunas. Es cierto que las vacunas necesitan la adición de los llamados adyuvantes, pero sus concentraciones son muy exiguas y no representan ningún peligro sanitario, luego de la aplicación de millones y millones de dosis.
Otro mito es la idea de la sobrecarga al sistema inmune y que es mejor padecer la enfermedad en vez de prevenirla. Cuando se analizan las complicaciones de la infección natural, como por ejemplo en los casos de varicela o sarampión complicados, y se lo compara con las reacciones adversas de la vacunas, los beneficios de no padecer la infección superan ampliamente los mínimos riesgos ocasionados por la vacuna.
Hay que considerar que la vacunación no es una decisión individual: decidir no vacunarse es una gran amenaza para la salud pública que debe evitarse y combatirse. Uno no se vacuna solamente para protegerse a sí mismo, sino que también lo hace para proteger a los demás. Si yo decido no vacunarme y contraigo una enfermedad y estoy en contacto, por ejemplo, con personas con alteraciones en su inmunidad, ancianos, prematuros, entre otros, las complicaciones para ellos al padecer la enfermedad suelen ser graves y estar asociadas con alta mortalidad. Por ello el cumplir con el calendario de vacunas es obligatorio y gratuito con acceso a toda la población y es uno de los más completos del mundo.
En síntesis, es inadmisible que estos grupos anti-vacunas traten de desalentar el uso de las vacunas con todos los beneficios que trajeron, traen y traerán. Como pediatras es nuestro deber promover el restablecimiento de la confianza en la vacunación que lamentablemente estos grupos tratan de derribar con conceptos carentes de evidencia científica.
Sigamos vacunándonos por nosotros y por los demás y en caso de dudas sobre las vacunas la opción más sensata siempre será consultar al médico de cabecera, quien será la persona que mejor nos podrá orientar para tomar la mejor decisión, no solo para nosotros y nuestros hijos e hijas sino para toda la sociedad.
*Dra. María Teresa Rosanova, jefa de clínica del Servicio de Epidemiología e Infectología del Hospital Garrahan.